Diana Quer no pudo llegar a su casa la noche en que desapareció
Desde la mañana del pasado 22 de agosto, día en el que la madre de Diana Quer denunció su desaparición cuando veraneaban en La Puebla del Caramiñal (A Coruña), los agentes de la Guardia Civil que se han ido sumando al caso han trabajado y trabajan sin descanso en reunir y encajar las piezas del rompecabezas del caso.
A los agentes del puesto de Boiro que recibieron la denuncia, se unieron los miembros de la Policía Judicial de Noia y pronto lo harían también los de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de A Coruña y los de la Unidad Central Operativa (UCO). Dentro de esta última destaca el trabajo de los miembros del Grupo de Apoyo Técnico y Operativo (GATO), que son los encargados de rastrear y ubicar el móvil de la joven, así como todos aquellos teléfonos que pudieran tener interés policial.
Del informe que han elaborado los técnicos se desprende que la joven no tuvo tiempo de llegar a casa para cambiarse de ropa como se pensaba hasta ahora. Desde que envía su último mensaje de WhatsApp advirtiendo a un amigo de que siente miedo por la presencia de un extraño que la llama para que se acerque, hasta que su móvil deja de emitir señal transcurrieron solamente 13:53 minutos. En ese tiempo y según las pruebas practicadas no hay tiempo suficiente para realizar los recorridos y el cambio de ropa.
Los agentes han probado un sinfín de variaciones de la ruta, ciñéndose a la presencia del teléfono en los diferentes repetidores y en ningún caso les daba tiempo a subir hasta la urbanización Lugar de Cabío, realizar la parada para el cambio de ropa y llegar hasta el punto donde se pierde la señal en la zona de Taragoña. Esta teoría se vio reforzada días después cuando pudieron comprobar que la joven tampoco iba vestida como se pensaba en un primer momento. Ni short rosa, ni pantalón vaquero, el pantalón que llevaba puesto Diana Quer aquella noche era de color blanco, muy parecido al rosa, es decir, también tipo short pero blanco.
Además se están analizando una serie de cámaras dentro y fuera de la población: la cámara sancionadora, que gestiona una empresa madrileña del semáforo de acceso al puerto, las de dos entidades bancarias justo enfrente de ésta, las de una joyería, las cámaras 6 y 7 del Museo Valle Inclán, varias de la docena que vigilan la autovía AG11, que además se cotejan con las de las salidas a los peajes.
Un trabajo meticuloso que lleva horas y horas de visionado y comprobación de datos que además se tienen que cruzar con los movimientos de teléfonos móviles para dar con el, o los responsables de la desaparición de la chica.
Decenas de testimonios han tenido que ser cribados por los investigadores, unos por falta de verosimilitud, otros porque planteaban hipótesis imposibles, otros perseguían su minuto de gloria y algún que otro vidente que creía tener la llave del caso. Paso a paso han tenido que separar el grano de la paja y construir un relato de hechos que pudiera ser confirmado con las pistas que la tecnología ha ido aportando al caso.
Se mantienen dos líneas de investigación, una sobre los feriantes y otra sobre el circulo de amistades de Diana.
La primera no se centra tanto en la opción de que los trabajadores de la feria sean sospechosos, sino más bien sobre la posibilidad de que sean testigos silenciosos del momento crucial de la desaparición. De la segunda las reservas son absolutas y no ha trascendido ningún detalle hasta el momento.
Se trabaja sin descanso, pero no habrá resultados inminentes.
Temas:
- Diana Quer